Diversión para turistas, tortura para elefantes

[dropcap]S[/dropcap]e llama Phajaan y significa «ruptura del espíritu». Es la técnica que se utiliza en los países asiáticos durante las primeras fases de dominación de un elefante. Tras ser arrebatadas de sus familias, las crías son atadas por cuerdas y cadenas que le impiden tumbarse. Es entonces cuando el torturador, llamado Mahout, sube sobre su cuello y comienza un proceso de maltrato sistemático que se alargará durante toda la vida del animal. La herramienta más utiliza es el Ankus, un palo rematado por un afilado gancho de metal que se clava repetidamente en las zonas más sensibles de estos grandes mamíferos: patas, orejas y nuca. Se consigue así acelerar el proceso de control hasta convertir a un animal salvaje de 5.000 kilos en un peluche sumiso para el divertimento del populacho.

El comercio de marfil, a pesar de estar prohibido por Naciones Unidas desde 1989, continúa siendo un lucrativo negocio que genera en el mercado negro unos beneficios superiores a los 20.000 millones de dólares.
En los países del sudeste asiático los elefantes son utilizados como herramientas de trabajo. Con la llegada del ferrocarril y la mejora de las carreteras, los propietarios se afanaron en encontrar nuevas alternativas de explotación comercial y hallaron en el boom del turismo un filón que ha transformado a los animales en un suvenir más para extranjeros adinerados.

La situación es especialmente alarmante en Tailandia, un país que el año pasado recibió un total de 35 millones de visitantes (180.000 españoles) que gastaron 34.000 millones de euros. El turismo representa dos cosas: el 20% del PIB y una bota sobre el cuello de la fauna salvaje. Según un estudio realizado por el periódico británico The Guardian, el 40% de los turistas que visitan Tailandia, o lo que es lo mismo, más de 12 millones de personas, tienen previsto realizar un paseo en elefante, y las consecuencias están siendo devastadoras.

Como en cualquier otro negocio no existiría oferta sin demanda. La tortura y el maltrato son rentables porque hay mucha gente que está dispuesta a pagar por darse un paseo sobre el lomo de estos animales o reírse a carcajadas mientras pintan un cuadro o juegan al fútbol.

Los espectáculos circenses que deambulan por todo el mundo fueron en gran parte los causantes del aumento de la demanda de elefantes, sobre todo de los más jóvenes. Para separar a una cría de su manada, los captores tienen que matar a su familia. Los elefantes tienen vínculos de comunidad y protegerán a sus miembros hasta las últimas consecuencias. En palabras de Edwin Wiek, secretario general de Wildlife Friends Foundation Thailand, «las madres y los machos jóvenes son asesinados tratando de proteger a las crías. Es común matar a tres elefantes para sacar a un solo bebé de la selva».

Este artículo es un resumen de la noticia original publicada por Kamchatka: “Diversión para turistas, tortura para elefantes”.