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El ecofeminismo y su poder transformador del sector turístico

[dropcap]Q[/dropcap]ue aún convivimos con un sistema eminentemente patriarcal no es cuestión de percepción, ni de estadística. Hablamos de realidades que nos suceden en el día a día por el mero hecho de ser mujer. El mundo laboral y empresarial no son ajenos a este paradigma. El porcentaje de mujeres en puestos directivos y de responsabilidad se sitúa en un superfluo 20%.

Si este dato no ha despertado un “¿cómo?” en tí, haz un repaso por datos objetivos sobre las diferencias salariales, el porcentaje de mujeres a cargo de explotaciones agropecuarias, emprendedoras o el reconocimiento social, léase deporte femenino. Quizá a alguien se le escape un “¡datos, datos, no son más que datos! Pero ¿no os resultan un tanto alarmantes para la contemporaneidad en la que creemos vivir?

A lo largo de la historia, el feminismo ha reclamado a nivel global unos derechos fundamentales. Si bien, cada sector en particular es un escenario distinto con un reparto de actores y actrices muy variopinto. Nos centramos en el sector turístico, donde las Kellys, entre otras trabajadoras, son portada y noticia año tras año. Nada cambia, ni siquiera la foto que acompaña al texto con la información de un trabajo precario, ante el que el sector hostelero ni se despeina y en el que “voilà” son todo mujeres. Sector, además, sujeto a una demanda estacional donde nuevamente, ellas, nosotras, somos las damnificadas.

Por alguna “extraña razón”, el binomio mujer y territorio ha sido vapuleado a partes iguales. Esta es la gran consigna del ecofeminismo, abanderado por grandes mujeres como Vandana Shiva, Yayo Herrero, Alicia Puleo, Wangari Maathai o Berta Cáceres, entre otras, defensoras de este concepto. Se trata de un movimiento que considera que la dominación y explotación de las mujeres y la naturaleza y/o los territorios tienen un origen común, y las mujeres, nosotras, tenemos una situación privilegiada para acabar con dicha supremacía.

En América Latina, por ejemplo, el turismo comunitario ha proporcionado a las mujeres un empoderamiento que incluso les ha aportado una situación de poder en sus comunidades rurales y/o indígenas. Ellas son las principales dispensadoras de los cuidados, saben de horticultura, de artesanía, de etnobotánica, y son las principales transmisoras de lenguas propias y conocimientos. Por todo ello, han adquirido grandes cualidades para la gestión turística de sus territorios, y ese amor y respeto hacia su entorno se transmite a los turistas, los cuales llegan atraídos por ese cariño y curiosidad de adentrarse en ser habitante de una comunidad durante unas horas o días.

Estas mujeres, sin querer, son grandes militantes ecofeministas, cuyos conocimientos y habilidades de gestión les ha proporcionado un empoderamiento fundamental para la diversificación de la economía campesina tradicional, la posibilidad de disfrutar de un empleo remunerado, y lograr una situación de poder que les ha permitido participar en la toma de decisiones de sus respectivas comunidades.
Son muchas las mujeres que lideran hoy día grandes proyectos en el mundo. Sus experiencias demuestran que cuando la causa es liderada por una de nosotras, su propia empresa o entidad adquiere un carácter más social y toma un rumbo más generoso e integrador con el territorio en el que es desarrollada.

Hay quien denomina la “revolución de los cuidados” el respeto por la cultura, tradiciones, fauna o flora, paisaje o paisanaje, patrimonio material o inmaterial. Desde el punto de vista de la corresponsabilidad, el reparto equitativo de nuestra responsabilidad como hombres y mujeres, toma protagonismo en los proyectos turísticos que están comenzando a despuntar en el mundo.

En lo que a la gestión turística se refiere debemos tomar el control, debemos aportar una mirada ecofeminista para salvaguardar nuestros territorios de la explotación y el control de aquellas personas que ni conocen el entorno, ni tan siquiera están formadas para ello. El empoderamiento está muy bien para gestionar y liderar, pero la clave está en la autonomía que adquiramos para transformar el mundo, asumir cargos de responsabilidad que nos faciliten herramientas para promover cambios legislativos, pero sobre todo, para estar en una situación de igualdad ante cualquier desigualdad.