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El turismo sostenible como germen del turismo

¿Apostar por un turismo sostenible es fomentar el nacimiento de una nueva forma de hacer turismo o es quizás volver al origen del ser humano? Para esta pregunta hay tantas respuestas como personas a las que se pregunte. Sin embargo, la conexión que nos une al medio ambiente natural parece indicar que practicar turismo sostenible es conectar con el tipo de turismo más primitivo de la humanidad.

La sociedad de hoy día, vive inmersa en un ir y venir de actividades diarias que ocupan nuestro tiempo y consumen nuestra energía. Por ello, llegar a «final de curso» y poder disfrutar de unas vacaciones, se ha convertido en una cuestión casi de vida o muerte anímica.

¿Es más sostenible el turismo actual o el que practicaban nuestros antepasados?

La gran mayoría de la población actual, no contempla promover unos valores de sostenibilidad durante sus días de desconexión. Por ello, termina fomentando un tipo de turismo masificado y concentrado en determinados puntos del planeta. Este modelo de viajes promueve un muy rápido crecimiento económico. Y éste, no tiene en cuenta el ecosistema en el que se encuentra ni las comunidades que lo sostienen.

Sin embargo, debemos viajar al pasado y analizar las diferentes rutas y modelos de viaje puestos en marcha por el ser humano. Así descubrimos que son bastante más parecidos al turismo sostenible que queremos conseguir en el futuro, que al turismo de masas predominante hoy en día en gran parte del mundo.

La Organización Mundial del Turismo define turismo como «el conjunto de actividades que realizan las personas durante sus viajes y estancias en lugares distintos al de su entorno natural por un periodo de tiempo consecutivo inferior a un año con fines de ocio, por negocios y otros motivos». Siendo así, es fácil identificar como turísticos, los diferentes tipos de viajes comerciales, por motivos de salud o religiosos. Segmentos que, a su vez, coinciden con los motivos de viaje más primitivos del ser humano.

La sostenibilidad de los viajes tradicionales

Si nos centramos, por ejemplo, en los viajes comerciales tradicionales, no es difícil imaginar que eran bastante más sostenibles de lo que son actualmente. Al menos así lo fue hasta la llegada de la Revolución Industrial. Durante milenios se usó como medio de transporte el propio caminar o la tracción animal. Los viajeros comerciantes no conseguían ni intentaban transformar la sociedad que les recibía en destino. Además, procuraban establecer relaciones sociales y ambientales que les permitieran continuar con la misma actividad en el futuro.

Y es que, también la OMT, en su descripción de turismo sostenible, nos dice que éste debe cumplir tres características para ser considerado como tal. El turismo sostenible debe “dar un uso óptimo a los recursos medioambientales, respetar la autenticidad sociocultural de las comunidades anfitrionas y asegurar unas actividades económicas viables a largo plazo”.

Atendiendo a estos parámetros podemos afirmar que, efectivamente, los viajes con fines comerciales que eran practicados, como mínimo, desde el Neolítico, podían enmarcarse dentro del turismo sostenible.

El respeto a la cultura y la sociedad como ejemplo de sostenibilidad histórica

Habitualmente, los viajeros, en general, salvo en casos concretos de colonialismo o imperialismo, solían respetar a las comunidades autóctonas con las que se encontraban en el camino. Incluso, interactuaban y formaban parte de los diferentes grupos sociales. Cierto es que, muchas veces, aquellos viajes podían durar meses. Por ello, integrarse en las diferentes comunidades anfitrionas debía ser algo de lo más natural.

Un buen ejemplo de ello, lo podemos ver cuando analizamos el turismo religioso cuyo punto álgido se produjo durante la Edad Media debido al aumento de viajeros tanto cristianos como musulmanes.

Uno de los grandes centros de peregrinación, sin lugar a dudas, es el histórico Camino de Santiago. Desde la aparición de los restos del apóstol en el siglo IX, se abrieron numerosas rutas que tenían como destino final la famosa localización gallega. ¿Era el Camino de Santiago una ruta de peregrinación prototipo de turismo sostenible? La respuesta, de nuevo, debería ser afirmativa.

Así lo expuso también la profesora asociada de Economía Financiera y Contabilidad de la Universidad Rey Juan Carlos, María Rosa Vázquez Rodríguez. En en su trabajo “El Camino de Santiago, un modelo de turismo sostenible” analiza detalladamente los diferentes aspectos que demuestran la importancia de la sostenibilidad en las localizaciones que recorre. Además, en su estudio, examina las diferentes características que sitúan esta ruta centenaria entre uno de los viajes más sostenibles, incluso, de nuestros días.

Cambio de paradigma

Por todo ello, podemos deducir que ya desde el primero de todos los viajes del ser humano, la inmensa mayoría de ellos deben enmarcarse en un modelo de turismo sostenible.

El informe Brundland (1987) nos dice que el desarrollo sostenible consiste en “satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las generaciones del futuro”. Y analizando uno a uno los múltiples y diversos grupos sociales que han habitado el planeta, hacemos un descubrimiento: efectivamente, a través de sus desplazamientos, consiguieron satisfacer sus propias necesidades, pero nunca pusieron en riesgo las de la población que estaba por venir.

La prueba de ello es que son las generaciones actuales las que se han encontrado un planeta en peligro. Son numerosos los informes que ponen de manifiesto que, la actuación del ser humano en las últimas décadas del siglo XX y primeras del siglo XXI, ha sido clave en cuanto al daño producido al medio. También la imposibilidad de repararlo. Y también su modelo de turismo. Pero hasta entonces, estos viajes sostenibles, fueron la norma durante los últimos milenios. De esta manera, decir que el germen del turismo es precisamente el turismo sostenible, es toda una declaración de principios.

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