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La calidad está en la integridad: 2017, el Año Internacional del Mejor Turismo

[dropcap]E[/dropcap]l gran reto del turismo sostenible es despertar el interés y la demanda de una sociedad de masas cuyos hábitos de consumo siguen discurriendo (y arrasando) por la senda del turismo insostenible. De esa demanda depende la transformación del sector de acuerdo a los fines del Desarrollo Sostenible asumido por Naciones Unidas. Pero no es fácil: buena parte de esa sociedad cree todavía que el turismo sostenible es un producto turístico más de entre los muchos que ofertan las agencias de viaje. O como mucho, una forma de viajar emergente, de perfil solidario y verde. ¿Cómo hacerle ver que se equivoca  y que el turismo sostenible es en realidad el que integra todos esos productos turísticos, pero de forma eficiente, moral y coherente? ¿El que recupera el sentido original de «turismo» y ofrece más opciones donde elegir que el turismo convencional?

El problema de la etiqueta sostenible es que parece parcelarlo. Sería más justo llamarlo turismo integral, por su integridad y por su integración de realidades: ambiental, social, económica, cultural… El único turismo que debiera etiquetarse es el insostenible (bajo certificados de insostenibilidad) pues el sostenible por definición es más amplio y fiel a la realidad por la que se viaja. De hecho, todas las ofertas podrían dividirse en turismo y turismo-ficción. ¿Por qué? Porque si el turismo es la actividad mediante la que las personas viajan por el territorio, la mayoría de ofertas aíslan de él en un ejercicio de evasión o distracción: por grave que sea la realidad social o ambiental de un destino, la calidad turística de sus hoteles reside en que tengan buenas vistas, piscina o WiFi.

Viajar debiera ser una vía de experiencia y conocimiento, pero hoy su meta parece ser (como la de la cultura del entretenimiento), alejarnos de la realidad, conducirnos a lugares de diseño o ensueño que no existen, ni en el propio destino (si rascas un poco), ni en el lugar donde vives. Por eso, un destino turístico puede ser gestionado como una mercancía o como un patrimonio, de forma chapucera o eficaz y respetuosa, de forma irresponsable o responsable. Para el turismo insostenible, incluso el espacio que media hasta el destino (sea tierra u océano) carece de valor y es un simple obstáculo de tiempo o un vacío, mientras para el turismo sostenible es una realidad ecosistémica que el medio de transporte debe respetar. ¿Cuándo la calidad turística va a medirse por el grado de fidelidad al territorio que explota y no por el lujo del alojamiento?

«Viajar debiera ser una vía de experiencia y conocimiento, pero hoy su meta parece ser alejarnos de la realidad, conducirnos a lugares de diseño o ensueño que no existen, ni en el propio destino (si rascas un poco), ni en el lugar donde vives.»

Una buena forma de hacerlo, de valorar la calidad de un destino o alojamiento, me parece su grado de integridad, integración y respeto a la realidad en cualquier escala patrimonial. Ejemplo: el turismo insostenible descuida la realidad de un paisaje a todas las escalas (desde su cielo estrellado y su clima, a su geología, biodiversidad o cultura local), empaquetando el producto de diseño que le interesa y despreciando todo lo demás como una cáscara o desecho. Su propia etiqueta «turismo de playa» es bastante elocuente, pues margina todo el ecosistema natural (marino o terrestre) que hace posible la playa, para explotarla como si fuera una piscina urbana. El turismo sostenible, sin embargo, habla de turismo marinero o de costa siendo fiel a la realidad integral del destino y poniendo en valor su patrimonio a todos los niveles: científico (patrimonio de la atmósfera y geosfera: astroturismo, geoturismo, turismo meteorológico (influencia del clima en el paisaje, fenómenos ambientales),experiencial (patrimonio de la biosfera y sus ecosistemas: ecoturismo, turismo rural, marinero, turismo activo o de aventura, ornitológico, botánico…) y sociocultural (patrimonio humano: turismo urbano, voluntariado, turismo accesible, etnográfico, industrial, artístico…).

Si concebimos el turismo sostenible de forma integral, como experiencia holística de la realidad, su oferta lo abarca todo bajo criterios de eficiencia y responsabilidad. Este modelo es homologable a cualquier destino/paisaje del mundo que preserve su patrimonio por escalas: atmósfera, geosfera, biosfera y antroposfera. Aunque parezca aplicable sólo a áreas rurales, no puede faltar en ciudades y núcleos costeros, donde esta visión integral del paisaje salta por los aires pero es más necesaria, porque también cada ciudad está definida por su patrimonio geológico o climático, por mucho que lo contamine o ignore. Es un modelo aplicable a hoteles urbanos que contribuyan en la medida de lo posible a hacer visible su paisaje integral, el patrimonio real que caracteriza su destino singular. A unos días de celebrarse Fitur, dedicado a este Año Internacional del Turismo Sostenible, sumemos voces: el turismo sostenible es turismo en estado puro, el mejor turismo, porque la calidad está en la integridad.

Este artículo ha sido escrito por el periodista Aldán al que puedes seguir en Twitter y en LinkedIn