[dropcap]P[/dropcap]ara entender el gran cambio de rumbo que necesita nuestro planeta viene a colación una escena de Titanic, en la que, tras chocar con el iceberg, el constructor le revela al capitán que el barco se hundirá. “Es una certeza matemática”, sentencia mientras el incrédulo dueño de la naviera patalea diciendo que su barco es insumergible. Es una gran escena. En ella quedan retratados el hombre de ciencia, el hombre de negocios y el hombre de acción. Pero sobre todo queda retratado ese momento indigesto en el que toca asumir lo inevitable. La certeza matemática consistía en que se habían inundado cinco de los compartimentos del casco, lo que sumergiría irreversiblemente la popa y tras ella el resto del buque. Con cuatro compartimentos inundados se habría mantenido a flote. Pero no con cinco.
Exactamente de eso hablamos cuando hablamos de sostenibilidad: de la flotabilidad de nuestro planeta. Hay muchos incrédulos como el dueño de la naviera que siguen sin verlo, pero el agua ya está entrando, y cuanto antes lo asumamos mejor. Todos: sociedad civil, sector privado, políticos, medios de comunicación… El desafío es tal que solo un cambio rotundo en el paradigma cultural y productivo podrá hacerle frente. Pese a que los científicos llevan años dando la voz de alarma, ni empresarios, ni políticos, ni la mayoría social han dado la orden de contramarcha, ni siquiera de parar las máquinas por precaución. ¿Tan catastrófico sería? La ciencia no se opone al desarrollo, pero cuestiona que esta productividad insostenible lo sea, pues nuestra velocidad de crucero se mantiene mientras sigue entrando agua.
Ante la ceguera general, en 2009, un grupo internacional de científicos elaboró una explicación para visibilizar los pilares de la Tierra, o los compartimentos que la mantienen a flote, de los que ya hemos inundado cuatro. Son los 9 límites del planeta o planetary boundaries. La teoría fue liderada por Johan Rockström, director del Centro de Resiliencia de Estocolmo, y publicada en las revistas de referencia Nature y Science. El Sistema Tierra es un reloj en el que interactúan varias esferas: la hidrosfera, la geosfera, la atmósfera y la biosfera. Esa interacción estabiliza el sistema creando unas condiciones ideales para la vida desde hace miles de años. Y nos han bastado muy pocos para poner ese equilibrio patas arriba, pues para esos científicos, el auge económico desde 1950 ha acelerado la trasgresión de esos límites.
Los nueve límites planetarios son: el cambio climático (ya rebasado), la pérdida de biodiversidad (o sexta extinción masiva, ya rebasado), los usos del suelo (ecosistemas naturales transformados por fines industriales o agrícolas, ya rebasado), los usos del agua dulce, la acidificación del océano, la capa de ozono (corrigiéndose), el uso de fertilizantes (aumento en niveles de nitrógeno y fósforo, ya rebasado), los aerosoles, y la liberación de químicos dañinos. Estos límites son prioridades a salvaguardar, o dicho de otra forma, estas fronteras que no debemos cruzar, son los horizontes a explorar en ese cambio de rumbo o nuevo paradigma de progreso. En el esquema propuesto, el verde señala la zona de seguridad, el amarillo, el área de incertidumbre, y el rojo, un alto riesgo.
Rockström señala: “La humanidad tiene la nueva responsabilidad de volverse protectora de estos nueve límites que regulan la estabilidad del planeta. Transgredir esos límites coloca a las sociedades fuera del espacio operacional seguro y en la zona de peligro (…) La conclusión más profunda de nuestro paradigma dominante actual de “crecer sin límites” ha llegado al fin del camino. La alternativa no son los “límites de crecimiento” sino una transición a un paradigma de “crecimiento dentro de los límites”. Rockström ve espacio para el progreso y la riqueza equitativa si restauramos estos límites como márgenes de la civilización, aunque tantos gurús tecnológicos y amigos de la ciencia ficción crean que no tiene límites.
Como toda fábula con moraleja, el naufragio del Titanic nos enseña que hay límites y nos recuerda la ceguera que nos hundió en la crisis. Somos más de 7.000 millones de pasajeros en un buque que progresa a toda máquina sin saber muy bien hacia dónde, por simple amor al confort y la velocidad. La cultura del entretenimiento y el consumismo nos distraen como la música de orquesta, mientras la desigualdad aumenta y los pasajeros del primer mundo ignoran a los del tercero, como al hielo que pronto los acechará: a la vista del iceberg y del desastre (calentamiento global, fin de los recursos, inmigración), viramos, pero la inercia del progreso insostenible y sus desmanes (inercia en los hechos, pero sobre todo en las políticas y en las mentalidades), quizá sea incorregible. Una cosa es clara: para navegar antes hay que sostenerse.
El escritor Joseph Conrad fue una de las voces más críticas tras el naufragio del Titanic, condenando entonces un ideal de progreso basado en la megalomanía y el hedonismo, el ocioso sinsentido de un hotel flotante y el romanticismo heroico con el que quiso velarse lo ridículo de tantas muertes debidas a la frivolidad. Entre las cosas que dijo hace más de 100 años, las siguientes deberían tener impacto en el turismo sostenible:
“Es inconcebible pensar que hay gente que no puede pasar cinco días de su vida sin una suite de hotel, cafés, orquestas y refinados placeres similares. Sospecho que el público no es tan culpable de ello. Se le empujó hacia estas cosas en el curso normal de la competencia comercial. Si mañana se eliminaran todos estos lujos, el público seguiría viajando. No pierdo la esperanza en la humanidad”.
“No nos dejemos embaucar por una visión romántica del llamado progreso. Una empresa que vende pasajes es comercial, aunque por la forma en que hablan y se comportan estas personas pueda pensarse que son benefactoras de la humanidad”.
“Nos hemos acostumbrado a poner nuestra confianza en lo material, en las aptitudes técnicas, en los inventos y en los logros de la ciencia”.
“En apariencia, hay un punto en que el desarrollo deja de ser un verdadero progreso. Hay un punto en que el progreso, para ser un verdadero avance, ha de variar ligeramente de rumbo”.
No hay duda de que ese cambio de rumbo es el progreso sostenible. Los desechos no biodegradables que inundan mares y bosques atascan el ciclo natural de energía como un tapón un desagüe. Llenando la realidad de tapones, de obstáculos. Es responsabilidad de todos liberar el medio ambiente y contribuir a la difusión del concepto de “límites planetarios” con toda la didáctica de que seamos capaces. Si es necesario, mediante señales ambientales en las noticias o en la propia naturaleza, como los mensajes de alerta que nos previenen de accidentes mortales. Porque quizá la amenaza no sea tan visible, pero está siendo ya letal para la biosfera en la que respiramos, y para el unánime resto de especies del planeta, que no pueden prevenirse ante la alerta más útil: ¡Peligro, humanos!
Este artículo ha sido escrito por Aldán: periodista, colaborador en Travindy y partícipe de la revolución sostenible del turismo y los viajes. Te invitamos a seguir su cuenta en Twitter.
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