El 25 de abril de 2019 caminaba por las calles de Nueva York. Mi madre siempre ha expresado el deseo de ver “The Big Apple” y finalmente, después de muchos años desde esa primera promesa (2007), logré hacer realidad su sueño … y tal vez incluso un poco el mío, después de dejar suelo americano unos días antes del 11 de septiembre de 2001.
Así que me encontré caminando de nuevo por el World Trade Center, recorriendo sobre una profunda herida histórica, global y personal.
Berlin Shoah Memorial, Memorial Park de Buenos Aires, Drancy Memorial, la estupa de las víctimas del Khmer Rouge, el 9/11 Museum de Nueva York, … Todos estos sitios han sido creados en los últimos diez años y atestiguan el deseo de anclar la memoria en lugares simbólicos. Una peculiaridad de estos nuevos espacios es la atención al aspecto turístico desde la etapa de diseño, ya que crece cada vez más el número de visitantes que no tienen relación directa con la tragedia evocada. De ahí nace la importancia de la interpretación del patrimonio como vínculo entre historia y turismo.
Turismo de masas y respeto a las víctimas, ¿es posible el equilibrio?
La difusión e internacionalización de los lugares de la memoria plantea algunas cuestiones. ¿Es posible compartir el espacio entre visitantes y víctimas (o descendientes de estas últimas), que no tienen las mismas expectativas? ¿Cómo evitar comportamientos irrespetuosos, gestionar las distintas percepciones de la relación con la muerte, la cultura del recuerdo, y el aspecto religioso? ¿Cómo hacer posible los momentos de meditación entre autobuses turísticos y grupos escolares?
Con más de un millón y medio de visitantes al año, el cementerio estadounidense de Omaha Beach (Calvados) se ha convertido en un vasto parque infantil donde todos posan en medio de una miríada de cruces blancas. ¿Todavía hay lugar para las familias de los soldados? En definitiva, ¿Cómo evitar que el turismo de masas invada los lugares de la memoria?
El turismo de la memoria
Desde hace algún tiempo, uno de los fenómenos turísticos más exitosos ha estado sin duda representado por el “turismo de la memoria”. Tomando como referencia este modelo, se entiende la gran repercusión que está teniendo en los últimos años la interpretación cultural como gran vínculo entre patrimonio, historia y turismo.
Este fenómeno se basa en un principio simple, pero bastante efectivo: el patrimonio histórico / ambiental (que por definición es un costo para la comunidad) presente en una determinada área, debe ser analizado y protegido adecuadamente por algunos estándares cualitativos que, requeridos por los usuarios, favorezcan su transformación en un recurso (que por definición trae riqueza, por impacto, al territorio).
Un tan enriquecedor enfoque de viajar ha provocado también un cambio en los hábitos del turista medio. Ahora prefiere invertir menos en la comodidad de los traslados (aumento de vuelos y aeropuertos low-cost) y alojamientos (aumento alojamientos alternativos a los hoteles tradicionales como Airbnb, Bed & Breakfast); y destina la mayor parte de sus recursos a conocer la zona en la que se alojan durante un tiempo limitado.
El interés por el turismo histórico
De todo esto se deduce que el turismo se enriquece necesariamente con contenidos, con un retorno al sentido original que lo calificaba sobre todo como un fenómeno cultural. Su interpretación, se presenta como el único vínculo posible entre el patrimonio, la historia y el turismo.
Como decía Dean McCannell: «El turismo no se puede reducir a un mero agregado de actividades comerciales, es también una trama ideológica de historia, naturaleza y tradición, que tiene el poder de dar nueva forma a las necesidades de cultura y naturaleza».
El deseo de conocer el pasado está vinculado a la necesidad de identidad y a una necesidad más general de educación. Esta necesidad de formación crece con la evolución de la sociedad, encontrándose confirmada en las investigaciones sociológicas. En el Reino Unido, un estudio sobre las actitudes del público hacia los museos encontró que el 93% de los visitantes dijeron que el conocimiento del pasado era importante, y solo el 49% de los no visitantes afirmó lo contrario.
La interpretación del patrimonio como herramienta para crear el vínculo entre historia y turismo
El turismo histórico, en sentido propio, es el que se dirige a lugares, edificios, artefactos, que derivan su interés de la asociación con algún evento promovido por el hombre más que por la naturaleza.
En una subdivisión detallada, se incluyen temas y objetos muy diferentes: desde grafitis rupestres prehistóricos, a abadías románicas, desde campos de batalla antiguos o recientes. De museos de arte, a centros históricos completos, castillos, paisajes escénicos, picos alpinos donde atrevidos escaladores trazaron las primeras rutas, y senderos literarios, diseñados por el arte de escribir de famosos novelistas.
Este turismo tiende a favorecer la creación de sistemas locales reales, unidos por diferentes temas. Por ejemplo arquitectónicos («Los castillos de Trentino», “Los castillos del Loira”, «Las Villas del Brenta») o biográficos («Las tierras del Manzoni»). Asimismo históricos / religiosos («el Camino de Santiago”, “La Via Francigena»), artesanales / productivos («la ruta del hierro»), etc.
En estos sistemas, que reúnen ejemplos de excelencia histórico/monumental y ambiental en itinerarios específicos, hay un amplio espacio para iniciativas evocadoras destinadas a realzar los lugares y satisfacer la imaginación del visitante. Pero en particular, para emerger esa emoción, ese sentimiento de identidad, de herencia que aún hoy llevamos como testimonio de la historia.
El vínculo entre valor histórico y tragedia
A menudo se pide a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) que reconozca un «valor universal excepcional» a los sitios vinculados a eventos trágicos.
Entre 1978 y 1999, Gorée Island (trata de esclavos, 1978), Auschwitz Birkenau (Segunda Guerra Mundial, 1979), la cúpula del Hiroshima Peace Memorial (bomba atómica, 1996), y Robben Island (prisión del apartheid, 1999) se inscribieron en la Lista del Patrimonio Mundial. Por supuesto, la creación de la UNESCO después de la Segunda Guerra Mundial tuvo como objetivo promover la paz y el diálogo intercultural.
Pero, ¿pueden los lugares vinculados a guerras, masacres y torturas crear este vínculo? Además, ¿cómo atribuir un valor universal excepcional a espacios difíciles de captar, desde el punto de vista material o en su dimensión trágica?
“We are not makers of history. We are made by history” Martin Luther King
Máster en "Organización y Gestión de Eventos Culturales" en la Universidad de Ferrara y Máster en "Turismo Responsable y Tic" en la Uoc (Barcelona).