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El complejo dilema del mercado turístico: adaptación o autenticidad

Hoy, la pregunta a la base del mercado turístico es muy simple: ¿Se quiere favorecer un gran target como el turismo de masas a coste y distorsionando la autenticidad del destino para adaptarlo a un mercado más amplio? ¿O prefiere mantenerse fiel a sí mismo, manteniendo la originalidad de la naturalidad y de la cultura, dirigiéndose así automáticamente a una porción más pequeña de turismo, tal vez a un target más específico con la conciencia de un posible ingreso más bajo y reducido? Este es el complejo dilema del mercado turístico.

En pocas palabras, ¿es preferible que el destino se adapte al turista o que el turista se adapte al destino?

El mercado que queremos proponer depende de este principio. Con la conciencia de que, al optar por uno u otro, hay una mayor o menor afluencia de dinero y como efecto directamente proporcional, una mayor o menor distorsión del destino turístico. ¿O los dos aspectos pueden coexistir?

Una mala experiencia

A finales de octubre de 2019, durante un tour por Indonesia, pasé también por Bali, convertido en un destino de turismo de masas por excelencia. Esta isla de Indonesia es conocida por sus montañas volcánicas, boscosas, típicos campos de arroz y su barrera de coral. También por sus centros de yoga y meditación, sus sitios sagrados como el Templo de Uluwatu. Mientras en el sur, la ciudad costera de Kuta ofrece actividades como bares animados, pasear alquilando una moto, o visitar los alrededores.

Durante mi estancia en Lovina participé en una actividad matutina: ver delfines. Nunca pensé que disfrutar sus saltos sobre el mar significara asustarlos.

Comenzamos la aventura en uno de estos hermosas y típicas embarcaciones de madera jukung; costa afuera nos encontramos con una veintena de ellos, cada uno con alrededor de 6 a 8 personas a bordo. Iniciaron una persecución salvaje a los delfines para asustarlos, desorientarlos y obligarlos a saltar para que el turista inmortalice la foto con el delfín.

Estadísticamente hablando, creo que fui la única de alrededor de 160 personas que se sintió extremadamente muy sensibilizada a causa de ese acoso inhumano. Miré a mi alrededor y escuché solo los gritos emocionados de los turistas dispuestos a señalar el show perfecto para fotografiar. La pregunta en todo esto es: ¿para qué? ¿para quién? Arriesgué una respuesta genérica: alimentar un ego cada vez más vacío.

Esta consideración puede parecer provocativa y demasiado general. No quiero necesariamente buscar una explicación psicológica y generalizar, pero en algún lugar me gustaría intentar encontrar de dónde viene el significado de todo esto.

Razones psicológicas o emocionales

Por un lado, nos encontramos en una sociedad cada vez más consumista, ficticia y aparente. Por otro lado, totalmente opuesto y extremo, en una profunda inmadurez emocional del individuo. 

El individuo necesita cada vez más llenar su vacío emocional. Su inmadurez emocional aferrándose a trucos externos ficticios como compras compulsivas o “likes” en las redes sociales. Encontramos a un individuo que no puede ser suficientemente maduro por sí. Pero necesita la aprobación de los demás para sentirse ser alguien, para sentir que él también tiene un valor dentro de una sociedad que, además, es una sociedad de apariencia. De ahí, la prisa por la imagen, los “likes”, los “follower”, por llenar desde fuera esa inmensa soledad que llevamos dentro. ¿Y qué no hacer para escuchar los comentarios asombrados y quizás la provocación de envidia de nuestros interlocutores sociales? Fotos, imágenes y videos para inmortalizar, para alimentar un ego cada vez más adicto a la popularidad. Cuanto más vacíos y solos nos sentimos, más necesitamos el consentimiento de los demás.

El complejo dilema del mercado turístico adaptación o autenticidad

La vieja tradición vuelve a estar de moda

Cambio de escenario: octubre de 2021, en la ciudad de Olympos, isla de Karpathos, al sur de Grecia. La agradable charla con Nikos, dueño de una tienda de souvenirs en el pueblo, sus palabras, sus historias, sus instrumentos. Me hace pensar cómo es posible que hoy nos veamos obligados a buscar en la vieja y ancestral tradición desde hace años despreciados por todos, tanto por los jóvenes locales que buscan el futuro, como por lo nuevos turistas que buscan glamour, el secreto para proponer un nuevo y más buscado mercado. 

Es realmente extraño que hoy, para ser considerado original, se tiene que recurrir al pasado, a la tradición, a los consejos de los abuelos, a volver a lo artesanal. Tales como el procesamiento de objetos de madera, instrumentos musicales abandonados, calzado y ropa ahora en desuso. 

¿Para qué estamos haciendo esto? ¿Para nosotros que, como paisanos, queremos continuar con una tradición milenaria, ahora en extinción, o bien, para el turista que cada vez más quiere encontrar lo buscado, lo único, lo original, sintiéndose un poco especial entre la multitud… ese pequeño pico de anticonformismo en la comodidad del paquete “todo incluido”? ¿Es esta una reflexión que compartimos muchas personas? ¿Todos los actores turísticos deberíamos debatir sobre el complejo dilema del mercado turístico?

¿Cómo hemos llegado a este punto?

Y de hecho, Nikos, con esas palabras: “lo hago por mí mismo, porque me gusta, porque me apasiona”, él simplemente me respondió. Es una cuestión de prioridades: mantenerse fiel a uno mismo y a su profunda tradición helenística es más importante que comercializarse a la masa.

Este discurso puede extenderse a todos los sectores del turismo: medios de transporte, alojamientos, hoteles familiares, un restaurante casero, el bar del pueblo, tiendas de artesanía, eventos religiosos o laicos locales, costumbres, disfraces, bailes, y la música. Aunque esto podría significar una disminución del target, por el hecho de no poder satisfacer los gustos de todos, ni adaptarse a los gustos de la masa. Cuando la masa busca cada vez más originalidad y autenticidad. ¿Pero, a qué precio? A la incomodidad del transporte público, a los restaurantes con sillas de paja, a los hoteles que ofrecen higos recién cogidos del árbol para el desayuno. ¿Cuánto está dispuesto el turista a adaptarse al lugar para captar su más profunda originalidad? ¿Cuánto está dispuesto a adaptarse, a molestarse, para que sea él quien se sumerja totalmente al lugar y no al revés?

Este delicado equilibrio está en la base no solo del mercado económico del turismo, sino también de nuestras elecciones personales, de nuestra actitud, de nuestra conciencia interior.

¿Necesito realmente llenar mi perfil de Instagram con fotos? O por un momento, dejando mi celular a un lado, ¿puedo hablar con la señora del pueblo que, con nuestro inglés, nos entendemos más con gestos y sonrisas que con palabras?

De esta simple consideración filo-psicológica proviene quizás la motivación de tanto entusiasmo frente a espectáculos muy poco éticos, como lo de la carrera a los delfines. Aparecer en las redes sociales con la noticia del momento y disfrutar de ese instante. Un momento de gloria que nos satisface y nos hace sentir aclamados por los demás.

Por tanto, ¿es el destino turístico el que debe satisfacer un ego del individuo cada vez más necesitado de la aprobación del exterior, o es el individuo quien puede simplemente disfrutar de la belleza etérea del lugar sin necesidad de distorsionarlo? Ese es el complejo dilema del mercado turístico.

La plenitud y la autenticidad de este momento real no nos la puede dar nadie: ni los “like”, ni los “follower” ni la perfecta apariencia en las redes sociales.